JUEVES 21 DE NOVIEMBRE


Jueves 21, cuarto día de hospitalización. Después del mensaje de Ana de la noche pasada, estaba eufórico. Ese día ya me duché yo solo. Me levanté y fue la primera actividad que hice, me encontraba verdaderamente bien, incluso, creo que muy bien, con ganas de comerme el mundo. Miraba por la ventana y aunque había amanecido un día frío, el sol había salido mas temprano que otros días. Después del desayuno, acuerdo con Paco que tenemos que darnos un garbeo por la planta y así fue. Salimos de la habitación y caminamos por todo el pasillo, pasillo arriba, pasillo abajo hasta que acabamos en la cristalera del final del pasillo hablando de muchas cosas mientras mirábamos por la ventana el hermoso día de sol que hacia y el ir y venir de gente, coches, ambulancias, taxis...al centro hospitalario.
En un momento miro hacia el fondo del pasillo y me pareció ver a alguien conocido, que entraba en una habitación y que antes había estado hablando con Zeltia. Efectivamente, es Cristina. Cristina es una de esas madres a las que habría que hacerle un monumento más alto que la Torre Eiffel. Conocí a Cristina en la hípica. Es la madre de Dani, Dani es un niño con diferentes problemas físicos y viene a la hípica a clases de hipoterápia. LLeva ya un par de años acudiendo a clases, le encantan, y aunque supone un gran sacrificio para su madre simpre que puede ahí están, lleva, nieve o haga frio. Normalmente cuando lega el frío, lo dejan hasta que lega el calor. Dani es algo débil y hay que cuidarle mucho. Cristina siempre está pendiente de él, todos los días de la semana, pero además tiene que atender su negocio de persianas. Siempre que la veo va corriendo de un lado para el otro, que si físio con el niño a Oviedo, que si visita la especialista a Barcelona, una vez a la semana a Santiago... no sé como aguanta. Ese día estaba en el hospital porque habían ingresado a su suegra, y no se porque cuestión la habian ingresado a las 9 de la mañana y le dieron el alta a las 12. NO entendía como se le puede hacer eso a una persona de ochenta y tantos casi noventa, la verdad es que la situación no era normal.
Sobre las 12 vino a verme el doctos Bellido, el jefe de Urologia del hospital, Era el que venía todos los días, menos el martes que vino a visitarme el doctor Valvuena, el mismo que me había operado.
Yo estaba sentado en mi butaca de color marrón. Él se sentó en mi cama me preguntó como me sentía, yo le respondí que bien. Me miró fijamente y me dijo "bueno mañana hablamos del gobierno" a lo que yo respondí "hablaremos doctor, hablaremosjjj" y con eso se fue. Comencé  a buscar cierta interpretación de sus palabras y no podía ser otra que era la que yo más deseaba,y era que a lo mejor me daban el alta, no me comí más el coco, llegaría cuando tuviese que llegar, hala!!! a otra cosa. Ese día no se porque no mandé el parte de guerra, debió ser porque estaba tan contento con la posibilidad de que me dieran el alta que se me olvidó.
Esa mañana si que se me pasó volando.
La comida, por fin era sólida, de hospital, pero sólida, eso si sin gota de sal.
La tarde estuvo movida, como casi todos los días vino mucha gente a verme, la que más madrugó fue María José. Ya los corrillos con los que me me venían a ver no eran en la habitación, si no que lo hacíamos en los pasillos, o si la aglomeración era mucha, nos íbamos a sala de estar. Esa tarde vinieron a visitarme Sofía y Carlota, acompañadas de su madre Toñy. Me hizo mucha ilusión verlas y más me hizo el saber que verdaderamente estaban pendientes de mí. NO es muy normal que unas niñas de 11 y 7 años, tengan ganas de ir a un hospital a ver a un paciente, que no es del entorno familiar. Pues no solo me fueron a visitar sin no que me trajeron una detalle, detalle que me hizo mucha ilusión e hizo que me sintiese muy emocionado. Como podéis ver en la foto no tengo tal mal aspecto, pese haber pasado por una operación y llevar cuatro días hospitalizado 
               Regalo de Carlota y Sofía (os quiero chicas)
Después de la emoción del regalo recibido, siguió llegando gente y nos fuimos a la sala de espera, allí estuvimos charlando, riéndonos y como siempre contando aventuras de las nuestras, que tenemos algunas.
Fue un buen día, la cuestión es que yo me sentía bien, no tenía ningún tipo de molestias y encima estaba levantado, paseando por los pasillos. Creo que ese día pasé más tiempo en los pasillos que en la propia habitación, estaba seguro que al día siguiente me darían el alta, para que iba a estar ocupando una cama que a lo mejor hacía más falta a otra persona. Eso era lo que pensaba, pero es cierto que las cosas no son como uno se las plantea, si no que hay que ver más allá y son los médicos lo que ven más allá y no tú.
A veces los deseos de uno chocan con la realidad, por eso hay que dejarse llevar siempre y hacer caso a ,os que saben más que tú y eso es lo que yo hice en todo este proceso. Hacer caso a los médicos, no consultar nada en Internet, si consultas tu enfermedad en Internet, para qué vas al médico?, no te fías de él?...
Por fin llegó la noche y como siempre nos quedamos solos Ana y yo. Conversación?...los hijos. Ya no nos volveríamos a ver más en la 720. Era nuestro último encuentro en la 720. Ella quería que me dejasen allí el finde...no por nada si no porque pensaba que dos días más no eran muchos y así se aseguraba que me daban el alta con más garantías, donde mejor estaba era el hospital, rodeado de médicos, enfermeras que me cuidaban las 24 horas del día.
Me dormí como siempre con mi radio y con la televisión deseoso de que llegase el viernes, a ver que pasaba, si me iría o me quedaría, esa era la incertidumbre.





















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